Brasil es uno de los países con los impuestos más altos del mundo, lo que provoca el encarecimiento excesivo de la mayoría de los productos. Cuando los brasileños viajan al extranjero aprovechan para comprar ropa, electrónica y prácticamente cualquier cosa por un precio mucho menor del que pagarían en su país.
Con semejantes impuestos, el gobierno podría ofrecer a sus ciudadanos unos servicios a la altura de países como Suecia o Noruega, y sin embargo, ayuntamientos como el de São Paulo tienen que recurrir habitualmente a la colaboración con entidades privadas para el mantenimiento de muchos parques de la ciudad.