En el momento de su máximo apogeo, el imperio romano se extendía por casi toda Europa y grandes áreas del norte de África y Oriente próximo. El llamado "latín culto" era la lengua de los estratos más altos de la sociedad romana, y se utilizaba principalmente para escribir. El "latín vulgar" era el que se hablaba en la calle, y sus diferentes evoluciones en las diversas regiones del imperio darían lugar a lenguas como el francés, el gallego, el portugués, el castellano o el catalán.
Otras huellas de la presencia romana son las numerosas construcciones que todavía hoy se conservan, como puentes, murallas, caminos, teatros...
En el centro de la ciudad española de Segovia, se levanta un imponente acueducto que los romanos construyeron en torno al siglo I para llevar agua a la ciudad desde las montañas cercanas.