En el extremo occidental de la cadena montañosa de los Pirineos, frontera natural entre Francia y España, se encuentra el macizo de Larra, una enorme mole de piedra caliza que debido a su composición, a la climatología y al paso del tiempo, alberga en su interior un sinfín de cavernas, con multitud de salas de diferentes tamaños y kilómetros de galerías. Es como un gigantesco queso "gruyere", sólo que de piedra.
La superficie del macizo, a más de 2000 metros de altura, es un sinuoso laberinto de roca atravesado por afiladas grietas. Ese tipo de paisaje se denomina "karst".
Existen senderos que discurren por el karst de Larra. Caminar por ellos es una experiencia única en la que la grandiosidad del paisaje, la sensación de soledad y el pesado silencio reinante, sólo quebrado por las pisadas que remueven las piedras, te hacen sentir en un planeta lejano y extraño.
Existen senderos que discurren por el karst de Larra. Caminar por ellos es una experiencia única en la que la grandiosidad del paisaje, la sensación de soledad y el pesado silencio reinante, sólo quebrado por las pisadas que remueven las piedras, te hacen sentir en un planeta lejano y extraño.
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