En sus comienzos, la colonia portuguesa establecida en Brasil se concentraba principalmente cerca de las costas atlánticas. Había que tener coraje para adentrarse en el continente, donde una naturaleza poderosa, y unos nativos dispuestos a luchar para defender su tierra, no facilitaban esas incursiones.
Desde el siglo dieciséis hasta el siglo dieciocho, principalmente desde las ciudades de São Paulo y São Vicente, partían hacia el interior grupos armados de hombres en busca de oro, piedras preciosas e indígenas a quien esclavizar para trabajar en las plantaciones. Estos grupos estaban formados por blancos, mestizos e indígenas, y se les conocía como bandeirantes. Su memoria está cargada de polémica. Por un lado son ensalzados por su espíritu aventurero y por haber sido decisivos en la expansión de los límites de Brasil, y por otro son censurados por la brutalidad con la que trataban a los indígenas, arrasando sus poblados y esclavizándolos o matándolos.
Hace dos meses, un colectivo de artistas colocó corazones en varias estatuas de São Paulo. Una de las elegidas fue esta de la Avenida Paulista, que homenajea a un bandeirante.
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